miércoles, 19 de noviembre de 2014

Maíz

No hay nada mejor que convivir con gente que te haga crecer. Que te lleve a nuevos lugares, que te enseñe nuevas canciones, que te ayude a descubrir las facetas de ti que no conocías y que te haga vivir nuevas experiencias.
Los laberintos de maíz eran para mí sólo escenas de películas de suspenso. No están tan mal. 
Me di cuenta de que a pesar de estar totalmente oscuro y a una temperatura muy baja con personajes de todas las películas de terror escondidos por el maizal y el simple hecho de no saber a ciencia cierta el camino a la salida, todo está en la mente. El miedo que provoca lo desconocido es sólo eso, una idea que nosotros mismos creamos.
Es gracioso pensar que en este fin de semana, en una feria, pude tachar una de las tantas cosas que quiero hacer antes de morir. Pude hacerlo siendo totalmente ridícula bailando sobre un caballo en un carrusel, gritando en los largos pasillos de la milpa, comiendo pastel de chocolate. Estas fotos son el producto de ello.












martes, 11 de noviembre de 2014

Complemento


Cuando tienes tantas ganas de conocer un lugar y esperas meses para llegar a la fecha indicada, es imposible no tener altas expectativas de lo que será. Imaginas lugares, gente, calles, atardeceres, detalles. Imaginas y creas espacios, incluso diálogos, que al final se concretan en momentosAquí es donde espero que al menos hayan sentido eso una sola vez en sus vidas, para no sentirme tan sola en mi locura.

Descubrir lugares nuevos se ha vuelto uno de mis pasatiempos favoritos en los últimos meses. Como ya había escrito antes en alguna entrada por ahí, me encuentro en una etapa de mi vida en donde pretendo aprender y absorber todo lo que pueda, aventurarme en lo nuevo y lo misterioso, tomar ese leap of faith que necesito, pero sobre todo... dejar a un lado el miedo que eso me provoca.
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Me haces llorar en restaurantes elegantes a pesar del pan y el vino blanco que sobra, y sin razón aparente. Me haces llorar de cosquillas en diversas partes del cuerpo, o cuando el alcohol entra demasiado rápido y me vuelvo nefasta. En esta última también te ofrezco disculpas por hacerme llorar. No fue tu intención. Ni la mía.

Me haces pensar en los peores sentimientos que puedo llegar a tener, y en los peores escenarios en los que mi vida se podría tornar para después hacerme reír con algún comentario con la seriedad que requiere. Me haces pensar en la muerte, y en lo que haré después de que todos se vayan y la fiesta se acabe. Incluso me haces pensar en que la fiesta nunca existió.

Me haces enojar por tu prisa exagerada y en ocasiones por tu extrema paciencia que confundo con incomprensión, por tu falta de organización en tu maleta pero por tu obsesión por ordenar los saleros con los vasos por tamaño o color.

Me pones nerviosa por llevarme a conocer gente nueva e importante, o cuando hay fechas específicas en las que tengo que estar a tiempo. Me pones nerviosa cada quince días, en cada aeropuerto o terminal de autobuses a las 6 AM. 

Por extraño que sea o parezca, todo esto ha sacado las mejores versiones de mí. Las más realistas, las más soñadoras, las más valientes y las más orgullosas. Me enseñaste que esto sólo ocurre una vez y que hay que aprovecharlo siempre. Gracias por hacer que todos esos diálogos inventados en mi cabeza, sean los momentos más especiales que pueda tener.